domingo, 25 de marzo de 2012

¡Oportunidad!

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jueves, 22 de marzo de 2012

BENITO JUÁREZ Y LA AUTORIDAD.

Dos son los ejes en torno a los cuales gira el Derecho y por ende la vida de los Abogados: el ser y el deber ser, y por extensión, la verdad formal o teórica y la verdad real o empírica. Pero tales ejes no son recíprocamente excluyentes ni irreconciliablemente contradictorios, sino los extremos de una sola y la misma unidad, tal como las dos caras de una moneda o el día y la noche, frío y calor, etc., lo que en materialismo dialéctico conocemos como unidad y lucha de contrarios, y corresponde a nosotros los Abogados tender los puentes, encontrar la conexión entre uno y otro extremo de la unidad, para dar un sentido funcional a tal dicotomía, de manera que sea útil al hombre y al bien común.


 

Así las cosas, si hoy honramos la memoria de Don Benito Juárez, no es por casualidad o por el Decreto que dispone hacerlo, sino que hay algo que va más allá de lo formal del Decreto y mueve nuestro más íntimo deseo de búsqueda de la verdad real, de las causas últimas del estado tan desastroso en que nos encontramos inmersos, tratando de encontrar la mejor solución dentro de las vías institucionales.


 

Si la vida que vivimos fuera solamente formal, no tendríamos problema alguno, pues aparentemente vivimos una democracia, y si nos atenemos a la Constitución, la satisfacción de todas las necesidades humanas básicas está garantizada, pero, ¿por qué entonces vivimos tan mal, como damnificados por alguna catástrofe natural?


 

Simplemente por la incongruencia, la falta de correspondencia entre la verdad formal y la real, y la falta de voluntad política para conectar y tornar concordantes ambos polos, que es precisamente lo que sí hizo Benito Juárez: ser congruente, buscar la congruencia entre el ser y el deber ser, lo cual hizo durante toda su vida, en todos sus actos y ante cualquier circunstancia, lo que no significa tampoco que fuera un hombre perfecto, pues como bien dice la versión original del danzón "Juárez": si Juárez no hubiera muerto, Presidente aún sería, pero en el balance final y total de su vida, la congruencia es su signo distintivo, su prenda personal más significativa, y por eso lo honramos, por algo que tanta falta nos hace: la congruencia entre el decir y el hacer en nosotros mismos y en todas nuestras autoridades, pasadas y presentes, y seguramente también las futuras, salvo prueba en contrario. ¿O sí? agf