Hoy los gringos
pretenden construir un muro fronterizo para protegerse de las amenazas externas.
Antes lo hicieron chinos, griegos, romanos, burgueses medievales, y
recientemente los soviéticos en Berlín. Igual sucede con los políticos, que
tratan de proteger su riqueza malhabida, en mansiones amuralladas o en
atalayas, creyendo que todos (habitantes extramuros) son de su condición. Como
si no se supiera que al amparo de las sombras (de los muros) solo prospera el
crimen. Muros tan visibles como inútiles. Hay muros que no se ven ….. y es más
grande su eficacia. Son los muros de agua, relatados por Pepe Revueltas; de
nieve, revelados por Solyenitzin; raciales como los guetos: antes de judíos,
hoy de palestinos y negros; y económicos como las favelas y el bloqueo a Cuba y
a productos que atenten contra los intereses yankees. Cada quien su muro. Otros
hay que son sostenidos por nuestra ignorancia, ingenuidad o temores infundados.
Son los muros de la fe: fe en que las circunstancias cambiarán por designio
divino, inhibiéndonos así de actuar y justificando nuestra omisión. Estos muros
son los peores, porque aceptamos indiferentes que el clero pregone caridad, democracia
y feminismo, aunque sabemos de su mercantilismo, misoginia y autoritarismo absolutos;
igual que escuchamos a los políticos pregonar que representan a la sociedad
civil, aunque sabemos que se refieren solo a los de su círculo social.
Los Abogados también
tenemos nuestro muro: se llama ley del notariado. En aras de salvaguardar nuestra
íntima aspiración de llegar a ser, dejamos hacer y dejamos pasar toda violación
a la ley, para no ser vetados cuando nos toque ….. si nos toca. Y dejamos que al
amparo de la sombra de este muro, haya quienes se ostenten como peritos en
Derecho, aunque sabemos que hay quien no es Abogado siquiera, no obstante su
título, pues nadie la reconoce como compañera de generación de la facultad, a
la vez que hay quien estuvo tantos años que lo reconocen veinte generaciones,
otros hay que ni siquiera saben leer “de corrido”; y cuántos hay que, coludidos
con valuadores sin valor ético, subvalúan inmuebles para evadir el pago de
impuestos o los sobrevalúan para lucrar ilícitamente, con el cuento de
supuestas obras pías; dejamos que fijen impuestos aunque sabemos que algunos lo
tasan de más y no lo entregan al fisco, como reza la reciente denuncia contra
el gordo García; abundan quienes levantan muertos a firmar testamentos, poderes
y hasta manifiestos políticos, y son tan insensatos que hasta dan cátedra de
moral, democracia y derecho en la tv; y todos impunes.
Nuestro muro, el íntimo
deseo de llegar a ser, nos ata, nos impide impugnar el nombramiento arbitrario de
personas inidóneas como notarios. La fe ciega en que todo cambiará per se, nos
impide pugnar por una nueva ley del notariado que permita a verdaderos Abogados
acceder al notariado; para que todo municipio cuente con notario; que pueda
haber tantos notarios como demande el mercado, para que al haber más notarios
se abaraten los costos de titulación de inmuebles y demás servicios de fe
pública y haya más trabajo para más valuadores, y consecuentemente mejore la
seguridad jurídica en la tenencia de la tierra, haya más sujetos de crédito y más
ingresos al Estado por impuestos y derechos por el incremento del comercio inmobiliario;
para que sea vitalicio solo el nombramiento de notario y no la titularidad de
la notaría, para que así las notarías dejen de ser patrimonio familiar,
mediante la asignación a nueva notaría al notario que se reincorpore al
servicio cada vez que se retire a desempeñar algún cargo público, terminando
así, de paso, con el tráfico de influencias de los
notarios-funcionarios-legisladores-juzgadores. Pero derribar este muro erigido
sobre nuestra ignorancia del Derecho y cobardía, para rescatar la institución
del notariado de manos de los políticos, requiere mucho estudio y valor civil, requiere
de fe en nosotros mismos, fe y acción, no de unos cuantos, sino de todos los
Abogados, todos a una empujando en el mismo sentido, por una nueva ley del notariado,
para que cualquiera pueda ser notario sin más requisito que los legales. Sólo
así los Abogados derribaremos nuestro muro de fe ciega y pasiva, solo así
tornaremos al notariado de freno en impulsor de la economía, solo así
rescataremos una institución que de suyo corresponde a los verdaderos y
auténticos Abogados. 28/09/06, Adrián García Fierro: obras inéditas).
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